domingo, 27 de mayo de 2012

... APUNTES & REFLEXIONES PARA TERMINAR II (por ahora)...


DE LA UTILIZACIÓN DEL ARTE A PENSAR LAS POSIBLES FORMAS DE UTILIZARLO

   La habilidad del Educador Social para  incluir en sus trabajos términos como autonomía, integración social, exclusión, etc. constituyen la base sobre la que se desarrolla su saber instrumental orientado a la elaboración, puesta en marcha e proyectos y generación de contextos.  La labor universitaria nos incita a movernos en dos direcciones cuando tratamos de investigar una situación real con el objetivo de elaborar un proyecto que de respuesta a las necesidades encontradas, aspectos valorados, etc. esa dos direcciones constituyen la diferencia entre los proyectos que se elaboran con el fin de dar respuesta a una necesidad de injusticia, de vinculación con las drogas, etc. y, por otro lado, aquellos proyectos que se destinan a un colectivo al que le brindamos la oportunidad de acceder a ciertos recursos de  ocio y tiempo libre, resaltando la importancia de las mismas, su valor, etc.
   Partiendo de la experiencia adquirida es evidente que es muy estrecha la diferencia de actividades que planteamos para la población que nos dirigimos en función de las dos direcciones señaladas; si hablamos de exclusión, realizamos actividades vinculadas con el acceso a museos, teatro, etc, y trabajamos y sobre ello y, del mismo modo, si nos dirigimos a un colectivo poblacional al que le planteamos destinar de su tiempo al descanso y gusto por ciertos aspectos culturales, trabajamos sobre la misma oferta de acción; la de permitir el acceso y el disfrute sobre bienes artísticos como los mencionados museos y teatros.
   Es evidente que, aunque en el terreno de lo social es muy complicado establecer separaciones o relaciones de causa- efecto entre las múltiples e infinitas situaciones que nos podemos encontrar, la finalidad de última de nuestros proyectos varía entre las que se ofrecen para esos términos como inclusión, autonomía, aceptación del otro, etc. y aquellos que únicamente pretenden ofrecer una visión de la vida mucho más ociosa, entretenida, etc. por tanto, ¿Como puede ser que para ambos casos caigamos en el juego de establecer actividades/acciones que poseen una similitud evidente?
   Pensemos en la primera situación de elaboración de proyectos que hemos marcados, la que ha de dar respuesta a unas necesidades originadas por la drogadicción, la ludopatía, el rechazo producido por haberse encontrado en la cárcel, etc. en estos casos imaginemos la figura del educador como un individuo que utiliza la pintura como base para trabajar la necesidad expuesta. Probablemente, se trataría de mostrar como la pintura es un elemento valorado socialmente, el impacto visual que produce expresar el dolor o la alegría sobre el papel, la motivación que supone como forma de vivir expresiva, etc. podrían ser múltiples los usos que se le podría dar a la pintura para tratar de convencer al individuo que su necesidad es causa de algo concreto, algo de lo que él es culpable y debe cambiar por el simple hecho de que la sociedad no lo acepta así y, por el contrario, si elimina eso que tanto rechazo produce y se convierte en pintor o seguidor de los cuadros del Mueso del Prado podrá convertirse en una figura normalizada e integrada en la sociedad.
   La intención es tan buena como perversa, pedimos al sujeto que sea capaz de abandonar una esencia de su ser, recordemos que por muy perjudicial que sea el alcohol, las drogas, la prostitución, etc. para un individuo, seguramente su incidencia en la realización de actos vinculados con esos elementos esté plenamente justificada a sus ojos, por muy despreciable que parezca a una gran parte de la población. Le desprendemos de aquellos motivos, que son parte de su vida personal y que le han inducido, consecuentemente, a la situación que catalogamos como de “necesidad” para comenzar a mostrarle lo maravilloso que hubiera sido todo si se hubiese dedicado a otra cosa más “sana” socialmente, otra cosa como la pintura. ¿en que momento creemos que el individuo al que nos dirigimos no conocía la pintura y su valor antes de que llegáramos para mostrárselo? Y los más importante aún, ¿creemos que a través de la pintura el individuo puede cambiar una parte de su vida experiencia?
   No nos complace, en cambio, pensar en el educador como una especie de vigilante que ha de recordarle a los sujetos constantemente que el tráfico de drogas es ilegal, que asesinar gente no es ético, que tener obesidad es un punto para plantearse un cambio alimenticio, etc. pero, en el fondo, estamos reflejando que ir como si fuéramos policías detrás de las personas, advirtiéndoles de los riesgos de su comportamiento y recordarles constantemente lo maravillosa que es la pintura, el arte en general, etc. es la misma labor moralista que cataloga de antemano lo que debe y no debe hacerse, lo recomendable y lo reprochable, etc. 
   Cuando trabajamos con la pretensión de elaborar un proyecto para el disfrute, por ejemplo, de la música clásica como oferta de ocio y tiempo libre la cosa cambia. En este caso, la intención supone la misma razón de existencia del proyecto, a nuestro propósito de trabajo accederán personas que sabrán de antemano lo que les espera durante el periodo que abarque el proyecto y, solo en este caso, la motivación, dedicación y aprecio será el suficiente como para lograr buscar una infinidad de trasfondos en la tipología musical que se trabaja.
   Pongamos como ejemplo el curso Medio Ambiente y Pobreza a través de los Medios Audiovisuales en el ámbito universitario. Este curso contempló la capacidad de los estudiantes de Educación Social para plasmar una problemática concreta a través del interés por aprender a manejar una cámara de vídeo destinada a la grabación de cortometrajes. El proceso de contención, aprendizaje, cuidados, etc. que suponía el trabajar con materiales exclusivos y, para muchos, valiosos y únicos, no era otra cosa mas que un proceso educativo, un proceso que era posible gracias a que existían intereses que permitían una disposición en el individuo participante de colaboración y motivación con la tarea. Precisamente a eso tratamos de hacer referencia a los largo de este comentario.
   Si trabajamos con la drogadicción, el maltrato, etc. debemos trabajar con ello directamente, no encasillando al sujeto a mostrar un interés falso hacia algo que no es de su gusto, que no comprende, etc. por el simple hecho de que es reconocido socialmente como algo favorable y positivo y, por el contrario, si queremos hacer valor de nuestra competencia vinculada con la transmisión de cultura, podemos elaborar un proyecto destinado a dar a conocer, disfrutar, promover, etc. el aspecto cultural que nos interese pero siempre dejando que a nuestro trabajo entren aquellos que lo deseen, aquellos que sepan desde el principio a lo que acuden y no aquellos que entran en un proyecto para abandonar las drogas o la adicción al juego y acaban viendo cuadros de Goya, que es algo bastante insólito y admirable pero, en la mayoría de los casos, no supondría un remedio a la causa con la que se inicia el proyecto, una causa que surge, todo hay que decirlo, a partir de la perversidad de establecer lo bueno y lo malo y creernos poseedores de la objetividad.  En definitiva, el arte musical, cinematográfico, visual, etc. no suponen, en estos casos, una terapia curativa contra algo que detectamos como perjudicial y portador de necesidades sino una oportunidad de disfrute, de acceso y participación.

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