martes, 13 de marzo de 2012

Educación Especial: ¿educación esencial?


“No soy la única, pero aún así soy alguien. No puedo hacer todo, pero aún así puedo hacer algo; y justo porque no lo puedo hacer todo, no renunciaré a hacer lo que sí puedo.”
Helen Keller

A) FICHA TÉCNICA
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B) TRÁILER´s
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C) ANÁLISIS
Es así, a partir de las palabras de Helen Keller, la figura de la sordoceguera norteamericana por excelencia, como se plantean una serie de cuestiones relacionadas con respecto al panorama educativo actual:
- ¿Están realmente preparadas las instituciones educativas para atender a TODOS los alumnos sean cuales sean sus necesidades educativas si, con determinadas adaptaciones, pudieran lograr incorporarse a su curso respectivo?
A pesar de que las instituciones educativas realizan cada vez más adaptaciones curriculares, todavía no hay ninguna más allá de las autoproclamadas mixtas, bilingües u otras, que se haya planteado realmente vencer los monopolios y habituaciones educativas vigentes para pensar acerca de una educación verdaderamente integral e integrada con respecto a la multiplicidad de educandos existentes.
- ¿Estamos realmente dispuestos como sociedad a incluir a estos alumnos en nuestras escuelas, institutos, universidades, etc.?
Reconocer que hay alumnos con necesidades educativas especiales no es erróneo si sólo precisamos tal información para adaptarnos a sus sistemas comunicativos y lenguas propias, si las intenciones son las de separar estos alumnos del resto, caeríamos en un nuevo “apartheid” (por fuerte que pueda sonar): las instituciones “normales” para la gente “normal” y los centros especiales para gente “especial”, por lo menos es así como actualmente quedan establecidas las clasificaciones entre un alumnado y otro.
- Al hablar de la existencia actual de centros especiales, ¿acaso no estamos contradiciendo términos como integración y nociones como igualdad de oportunidades?
Las leyes recogen términos como igualdad (en todos los ámbitos) entre individuos y a su vez, presenta centros diferentes y diferenciales que, según la discapacidad que se tenga, se pertenecerá a uno u otro. Es cierto que el proyecto de aunar a colectivos que comparten poco o nada es muy costoso, pero ¿estaríamos hablando de coste personal (en el sentido de esfuerzo que tendríamos que hacer toda la sociedad) o de coste económico?, además, ¿es acaso que la segregación resulta más productiva y bonita de cara a la imagen pública? puede ser que la implantación de distintos centros se tenga como la completa atención hacia las demandas de la sociedad, cuando realmente el efecto parece ser totalmente contrario.
Por último, tal y como las películas nos muestran, es agradecidamente entrañable y (en gran medida) sentimental cualquier tipo de interacción que se pueda tener con el colectivo sordociego. Al igual que otras discapacidades, la sordoceguera contiene diversos grados: personas sordociegas por completo, personas sordas profundas pero con vestigios visuales o vistas “en túnel” (Síndrome de Usher) y personas ciegas totales y con restos auditivos o hipoacúsicos directamente, que a su vez, comprenderían las características ambientales y temperamentales de cada persona como individuos singulares que todos somos con respecto a los demás. Por tanto, y partiendo de la aclaración de que la sordoceguera es una discapacidad en sí y no la combinación de dos (ceguera más sordera), puesto que conlleva sus propios síntomas, necesidades, atenciones, etc. es necesario plantearse qué clase de nivel educativo obtienen discapacitados sensoriales como éstos que, debido a que no presentan alteraciones cerebrales (que sí impedirían el “normal y correcto” desarrollo e incorporación al nivel educativo de una clase educativa actual), podrían perfectamente, previas medidas y adaptaciones comunicativas necesarias para reajustar el emisor y el canal comunicativo específico que sí sería necesario adaptar, desarrollar su aprendizaje total o parcial en una institución pública o privada cualquiera e incorporarse así a la (consabida) necesidad de ser y sentirse útiles dentro de la plena actividad social que nos rodea.

FDO: Azahara Horrillo Fernández

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