UNA FORMA DE ENTENDER LA ACTUALIDAD PROFESIONAL
El
ideal de educación como una lucha constante contra la pobreza, exclusión, etc.
marca el carácter transformador y crítico de este concepto. Sin embargo, ¿hasta
qué punto esta definición acompaña en la práctica al concepto educación
actualmente? Las exigencias de posesión de una infinidad de títulos denominados
como “educativos” para acceder a un determinado puesto laboral marca, en cierto
sentido, a la educación como un valor acumulativo y acreditativo, en ningún
momento, como una herramienta que implique el conocimiento y el progreso.
Es
totalmente entendible que un educador social ha de poseer una habilidad
diferenciada de cualquier otro profesional pero ¿Qué hace diferentes a dos
educadores sociales que se han formado bajo una misma e idéntica titulación?
Cuando se selecciona personal para trabajar en un determinado ámbito,
precisamente, se realiza un ejercicio binario que califica a los profesionales
de una misma titulación bajo el calificativo de aptos o no aptos. Hemos aquí el
primer indicativo de la presentación de exclusión/inclusión como términos
antagónicos y acaecidos simultáneamente. Hemos de intuir que en una entrevista
de trabajo formal no se pueden valorar las capacidades y potencialidades reales
de un profesional o si su actividad va a ser efectiva para operar bajo los
ideales soñados de la educación (combatir la pobreza, desigualdad, etc.).
Entonces, damos cuenta que lo que se valora no es la potencialidad de la
educación que llevan consigo dos profesionales de una misma rama, puesto que si
fuese así no existiría la clasificación apto/no apto ya que ambos se han
educado bajo una misma seña profesional, sino que la verdadera valoración se
encuentra en el “bagaje” cuantitativo,
como símbolo de consecución y calidad, que cada uno porta en su curriculum, un
documento que se ha convertido necesario para el acceso al mundo laboral.
Una
de las principales ideas que aporta el libro La Educación Encierra un Tesoro (1996), es la tarea de la educación
como una labor dirigida hacia el conocimiento real y el estudio, no como un
arma para manejar el comercio de una forma estratégica y competitiva.
Precisamente, la referencia que se muestra en este apartado al curriculum, como
una herramienta que contiene datos cuantitativos fruto del proceso educativo,
es una seña de la estrecha vinculación
que, en la actualidad, mantienen la competitividad profesional enmarcada en las
empresas y la formación recibida en el plano educativo. Sin embargo, ¿cuál es
el interés de la educación para pretender forjar profesionales competentes
dentro del marco empresarial? Quizás, la respuesta sea tan enrevesada como
compleja pero lo realmente cierto es que
aquellos que se educan son los demandados dentro del mundo empresarial,
aquellos a los que si se les recoge el curriculum y a los que, por supuesto, se
les encomienda la labor de la estrategia, la mejora y la competitividad. Es por
esto por lo que, probablemente, no podemos pensar la educación como algo
aislado del conjunto que envuelve a la sociedad en sí misma sino como uno más
de sus elementos que juega a favor de lo que cada país espera con su ubicación
y contacto en el mundo global.
Por
tanto, podemos soñar utopías que hablan de la educación como un valor propio en
el ciudadano, como una forma de hacer aflorar sus potencialidades y permitir el
desarrollo consecuente de una sociedad más justa, crítica y equilibrada, etc.
sin embargo, en esta ocasión, se pretende trasladar la realidad al comentario presente
y, por tanto, se concibe la educación como una elemento modelado por la
sociedad en sí misma, un elemento que supone una pieza más del puzle y, en
ningún caso, una totalidad desprovista de intenciones e intereses. Tomemos como
ejemplo los continuos cambios de leyes que reforman el sistema educativo a
medida que pasan al órgano de gobiernos diferentes partidos políticos con
ideales totalmente opuestos. Si la educación constituyese un conjunto
elemental, conciso y exento de tintes moralistas, no sería necesario reformular
constantemente la estructura del sistema educativo, remodelar los conocimientos que se pretenden
transmitir, etc. en definitiva, todo esto viene a demostrar lo que se ha
tratado de explicar a lo largo de este comentario: la manipulación de la
educación puesta a merced de los ideales puramente políticos y al servicio de
la competencia y el avance en los planes empresarios internacionales.
Sin
embargo, reflexionando desde un punto en que la objetividad pierde estabilidad
y contacto real, cabe preguntarnos ¿hasta qué punto este comentario no está
manchado de esos ideales que la política ha adjudicado a la educación en su
intento por jugar a favor del mercado? Si los profesionales se forman en
competencias a favor de la empresa y el movimiento global, no podemos
excluirnos de tales estigmas por, únicamente, formular un discurso peliagudo
acerca de tal cuestión, sino que, la crítica desde la cual se ofrece este
trabajo, es una crítica que ha emergido en las condiciones educativas que ha propuesto
la política de ese momento, no está exenta de ese cauce que que dirige al
profesional hacia la formación que se espera y por ello, ¿Qué ocurre cuando
educamos en un ideal determinado? Con
una gran probabilidad, ese ideal tiende a prolongarse en los modelos educativos
que se trabajen posteriormente, por muchas voces críticas que haya puesto que
hemos de recordar que el niño estudiante mañana es el gobernante del país y la
dinámica veloz de la rutina y la competencia pone en bandeja de la plata la conservación
de un determinado sistema educativo empleado que ha funcionado con anterioridad
para conseguir los límites fijados, sin tener en cuenta los beneficios y
perjuicios de tal sistema.
Esta
breve referencia explícita puede hacer emerger el deseo de tratar de tomar nota
y cambiar una situación que para nada juega en la banda de la inocencia y el
desinterés. Sin embargo, como ya se apuntaba en el párrafo anterior, un cúmulo
de comentarios críticos pueden iniciar el movimiento, la reivindicación, etc. pero
¿no estamos todos a estas alturas lo suficientemente metidos en este juego del
interés como para elaborar una educación al servicio de la justicia real y la
paz? Es difícil saber desde cuando comenzó todo esto, sopesar si dentro de los discursos críticos no
subyacen tintes ideológicos que han quedado impregnados en el pensamiento del
escritor y, por supuesto, hemos de tener
en cuenta que no se puede establecer a la ligera un consenso acerca de un mismo
ideal de justicia hacia el cual debería encaminarse una educación al
servicio del ciudadano y no del gran
mercado y, por tanto, hasta trabajando para la justicia, la falsedad de tratar
la objetividad pura, originaría nuevos conflictos de intereses anclados en el
intento de la primacía individual.
El conflicto que supone abordar ciertas cuestiones de un
determinado entorno, comunidad, nación, etc. pone de manifiesto la dificultad
de sobrellevar aquello que denominados “aldea planetaria”. Tal vez, la
globalización se refiere en gran medida al constante colapso que produce el
estar pendiente de todo y de nada, cenar con los familiares tratando de poner
límites que fijen una buena convivencia y, al mismo tiempo, prestar atención a
una noticia televisiva que habla de la pobreza en zonas remotas de áfrica, etc.
esta insistente fuerza de la información masiva impide la concentración total
en un aspecto concreto y, probablemente, constituya una forma triste de vivir,
ni buena ni mala, simplemente triste. Por tanto, ¿Cómo pensar la educación en un
país con peculiaridades y problemas propios si la realidad también conlleva y
exige el estar al corriente de las peculiaridades y problemáticas exteriores?
FDO: Elisabet Rueda Lopes

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