jueves, 12 de abril de 2012

PESADILLA Y UTOPÍA EN EDUCACIÓN

UNA FORMA DE ENTENDER LA ACTUALIDAD PROFESIONAL 
El ideal de educación como una lucha constante contra la pobreza, exclusión, etc. marca el carácter transformador y crítico de este concepto. Sin embargo, ¿hasta qué punto esta definición acompaña en la práctica al concepto educación actualmente? Las exigencias de posesión de una infinidad de títulos denominados como “educativos” para acceder a un determinado puesto laboral marca, en cierto sentido, a la educación como un valor acumulativo y acreditativo, en ningún momento, como una herramienta que implique el conocimiento y el progreso.
Es totalmente entendible que un educador social ha de poseer una habilidad diferenciada de cualquier otro profesional pero ¿Qué hace diferentes a dos educadores sociales que se han formado bajo una misma e idéntica titulación? Cuando se selecciona personal para trabajar en un determinado ámbito, precisamente, se realiza un ejercicio binario que califica a los profesionales de una misma titulación bajo el calificativo de aptos o no aptos. Hemos aquí el primer indicativo de la presentación de exclusión/inclusión como términos antagónicos y acaecidos simultáneamente. Hemos de intuir que en una entrevista de trabajo formal no se pueden valorar las capacidades y potencialidades reales de un profesional o si su actividad va a ser efectiva para operar bajo los ideales soñados de la educación (combatir la pobreza, desigualdad, etc.). Entonces, damos cuenta que lo que se valora no es la potencialidad de la educación que llevan consigo dos profesionales de una misma rama, puesto que si fuese así no existiría la clasificación apto/no apto ya que ambos se han educado bajo una misma seña profesional, sino que la verdadera valoración se encuentra en  el “bagaje” cuantitativo, como símbolo de consecución y calidad, que cada uno porta en su curriculum, un documento que se ha convertido necesario para el acceso al mundo laboral.



Una de las principales ideas que aporta el libro La Educación Encierra un Tesoro (1996), es la tarea de la educación como una labor dirigida hacia el conocimiento real y el estudio, no como un arma para manejar el comercio de una forma estratégica y competitiva. Precisamente, la referencia que se muestra en este apartado al curriculum, como una herramienta que contiene datos cuantitativos fruto del proceso educativo, es una seña  de la estrecha vinculación que, en la actualidad, mantienen la competitividad profesional enmarcada en las empresas y la formación recibida en el plano educativo. Sin embargo, ¿cuál es el interés de la educación para pretender forjar profesionales competentes dentro del marco empresarial? Quizás, la respuesta sea tan enrevesada como compleja  pero lo realmente cierto es que aquellos que se educan son los demandados dentro del mundo empresarial, aquellos a los que si se les recoge el curriculum y a los que, por supuesto, se les encomienda la labor de la estrategia, la mejora y la competitividad. Es por esto por lo que, probablemente, no podemos pensar la educación como algo aislado del conjunto que envuelve a la sociedad en sí misma sino como uno más de sus elementos que juega a favor de lo que cada país espera con su ubicación y contacto en el mundo global.
Por tanto, podemos soñar utopías que hablan de la educación como un valor propio en el ciudadano, como una forma de hacer aflorar sus potencialidades y permitir el desarrollo consecuente de una sociedad más justa, crítica y equilibrada, etc. sin embargo, en esta ocasión, se pretende trasladar la realidad al comentario presente y, por tanto, se concibe la educación como una elemento modelado por la sociedad en sí misma, un elemento que supone una pieza más del puzle y, en ningún caso, una totalidad desprovista de intenciones e intereses. Tomemos como ejemplo los continuos cambios de leyes que reforman el sistema educativo a medida que pasan al órgano de gobiernos diferentes partidos políticos con ideales totalmente opuestos. Si la educación constituyese un conjunto elemental, conciso y exento de tintes moralistas, no sería necesario reformular constantemente la estructura del sistema educativo,  remodelar los conocimientos que se pretenden transmitir, etc. en definitiva, todo esto viene a demostrar lo que se ha tratado de explicar a lo largo de este comentario: la manipulación de la educación puesta a merced de los ideales puramente políticos y al servicio de la competencia y el avance en los planes empresarios internacionales.
Sin embargo, reflexionando desde un punto en que la objetividad pierde estabilidad y contacto real, cabe preguntarnos ¿hasta qué punto este comentario no está manchado de esos ideales que la política ha adjudicado a la educación en su intento por jugar a favor del mercado? Si los profesionales se forman en competencias a favor de la empresa y el movimiento global, no podemos excluirnos de tales estigmas por, únicamente, formular un discurso peliagudo acerca de tal cuestión, sino que, la crítica desde la cual se ofrece este trabajo, es una crítica que ha emergido en las condiciones educativas que ha propuesto la política de ese momento, no está exenta de ese cauce que que dirige al profesional hacia la formación que se espera y por ello, ¿Qué ocurre cuando educamos en un ideal determinado?  Con una gran probabilidad, ese ideal tiende a prolongarse en los modelos educativos que se trabajen posteriormente, por muchas voces críticas que haya puesto que hemos de recordar que el niño estudiante mañana es el gobernante del país y la dinámica veloz de la rutina y la competencia pone en bandeja de la plata la conservación de un determinado sistema educativo empleado que ha funcionado con anterioridad para conseguir los límites fijados, sin tener en cuenta los beneficios y perjuicios de tal sistema.
Esta breve referencia explícita puede hacer emerger el deseo de tratar de tomar nota y cambiar una situación que para nada juega en la banda de la inocencia y el desinterés. Sin embargo, como ya se apuntaba en el párrafo anterior, un cúmulo de comentarios críticos pueden iniciar el movimiento, la reivindicación, etc. pero ¿no estamos todos a estas alturas lo suficientemente metidos en este juego del interés como para elaborar una educación al servicio de la justicia real y la paz? Es difícil saber desde cuando comenzó todo esto,  sopesar si dentro de los discursos críticos no subyacen tintes ideológicos que han quedado impregnados en el pensamiento del escritor  y, por supuesto, hemos de tener en cuenta que no se puede establecer a la ligera un consenso acerca de un mismo ideal de justicia hacia el cual debería encaminarse una educación al servicio  del ciudadano y no del gran mercado y, por tanto, hasta trabajando para la justicia, la falsedad de tratar la objetividad pura, originaría nuevos conflictos de intereses anclados en el intento de la primacía individual.
El conflicto que supone abordar ciertas cuestiones de un determinado entorno, comunidad, nación, etc. pone de manifiesto la dificultad de sobrellevar aquello que denominados “aldea planetaria”. Tal vez, la globalización se refiere en gran medida al constante colapso que produce el estar pendiente de todo y de nada, cenar con los familiares tratando de poner límites que fijen una buena convivencia y, al mismo tiempo, prestar atención a una noticia televisiva que habla de la pobreza en zonas remotas de áfrica, etc. esta insistente fuerza de la información masiva impide la concentración total en un aspecto concreto y, probablemente, constituya una forma triste de vivir, ni buena ni mala, simplemente triste.   Por tanto, ¿Cómo pensar la educación en un país con peculiaridades y problemas propios si la realidad también conlleva y exige el estar al corriente de las peculiaridades y problemáticas exteriores?  

FDO: Elisabet Rueda Lopes

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